¿Cómo volver a ser feliz tras la pérdida de un ser querido?

Nos presionamos para pasar página, pero un reciente estudio indica que las consecuencias físicas y psicológicas pueden durar hasta cuatro años

Pero igual que preferimos vivir como si la muerte no existiera, al menos en Occidente, los seres humanos tendemos a hacer lo posible para evitar el dolor. A menudo incluso huimos de él, del propio y del ajeno, aunque Carl Jung ya advirtió que aquello a lo que nos resistimos es aquello que persiste en nuestras vidas.
¿Por qué no hablamos del duelo?

Una mujer cuya madre acaba de fallecer pregunta: “No sé qué es el duelo. Se supone que un duelo es una lucha contra algo o alguien. ¿Contra quién tengo que luchar?”. Las respuestas de los otras  personas son diversas, y mientras las leo me doy cuenta de que se trata de un hilo antiguo. Hace dos años desde la pregunta de esta mujer anónima, y no puedo evitar preguntarme si a estas alturas ya se habrá recuperado de la pérdida de su madre.

Lo saludable es aprender cómo vivir con nuestra pérdida de la mejor manera posible, de manera que tengamos el tiempo y el espacio necesario para hacer el duelo, así como el permiso para volver a la vida. En el momento adecuado el duelo se convierte simplemente en una parte de nuestro camino como personas. Cambiará de tono, de escala y de textura y podrá entretejerse mejor con el tejido de nuestra vida”.

Para Maria Sirois el duelo es un proceso parecido a un viaje en el que visitamos y revisitamos, una y otra vez, ciertas experiencias. No sucede en etapas ordenadas, sino que podemos experimentar momentos de dolor terrible y a continuación otros en los que recordamos buenos momentos y nos sentimos en paz: “Podemos experimentar ira por lo que podría o debería haber sucedido y luego, al principio durante breves instantes, momentos de paz y aceptación. A medida que pasa el tiempo la aceptación de la pérdida empieza a crecer, aunque pueda quebrarse temporalmente con nuevas pérdidas. Y así, lo más útil es pensar en ello como en un viaje a lo largo del tiempo atravesando emociones difíciles: sorpresa, incredulidad, rabia, amargura, pena, arrepentimiento, nostalgia... que en algún momento se calman a medida que aparece una aceptación mayor”. Maria Sirois, psicóloga clínica y autora opina que “en general, no sabemos lidiar bien con el duelo y solemos sentirnos presionados para pasar página, recuperarnos de las pérdidas o sobreponernos. Muchos de nosotros tenemos en mente una franja temporal muy poco realista que nos dice que «deberíamos haberlo superado ya». Eso es un sinsentido. No existe una resolución final, un «recuperarse». 

En la red proliferan los foros de apoyo a las personas que han sufrido la muerte de un ser querido. Paseando entre ellos, algo incómoda en mi papel de voyeur de la desgracia ajena, me doy cuenta de que muchas de las personas que participan en las conversaciones señalan hacia el mismo lugar: la falta de espacio y de comprensión que suelen encontrar para procesar sus pérdidas.

Probablemente, por los mismos motivos por los que no nos gusta hablar de la muerte, el elefante está en mitad de la habitación de nuestra sociedad. Vivimos completamente de espaldas a ella, expuestos constantemente a informaciones acerca de los nuevos superalimentos, complementos o consejos que nos harán vivir más años.

Nadie se atreve a decir que por más semillas de chía y bayas de goji que comamos no vamos a volvernos inmortales.

Estar de duelo por la pérdida de un ser querido es uno de los dolores más intensos que existen. Un estudio realizado en Australia sobre más de 26.500 personas ha concluido que la muerte de un amigo cercano provoca “serias disminuciones” en la salud física, mental, en la estabilidad emocional y en la vida social, y que las consecuencias físicas y psicológicas pueden llegar a durar cuatro años y no uno, como se creía hasta hace poco.

El dolor, explican diferentes estudios, es en este caso un agente de cambio. Es lo que, después de una pérdida importante, nos permite cambiar y avanzar hacia otro punto. 

Atravesarlo y permitirnos ser mientras nos pasa por encima, como una gran ola, es la única forma de llegar al otro lado del túnel.

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